LOS SUEÑOS.

grabado de Miguel Lucero, Serie "Los desaparecidos que sueñan"

Símbolo de una resistencia invencible
 
Por Stella Calloni
Periodista
 
 Muchos antes que las Madres de Plaza de Mayo iniciaran
sus rondas, ya habían caminado kilómetros entre comisarías,
 cárceles, cuarteles, embajadas, Iglesias, buscando
desesperadamente a sus hijos. Las Madres fueron el
 primer símbolo de una resistencia única e invencible,
 que nació un 30 de abril de 1977, bajo el reino del terror,
 aunque había nacido antes, en esa búsqueda donde se
 encontraron en los laberintos del horror.
 En diciembre de 1977, la junta militar decidió
dar un zarpazo para aterrorizar y paralizar y
secuestró a tres Madres fundadoras:
 Azucena Villaflor -la piedra fundante-
Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco,
a familiares y a dos monjas cuyo pecado era apoyar esa
 demanda desesperada en busca de los desaparecidos.
Desaparecieron al grupo secuestrado, pero eso no sólo
 no aterrorizó a las otras Madres, sino que decidieron
ir más lejos aun redoblando la voluntad de justicia
inspirada por el amor. Esta actitud heroica transformó
 a las Madres de Plaza de Mayo, con sus rondas y los
 pañales-pañuelos en la cabeza, en la mayor resistencia
a la dictadura militar instaurada el 24 de marzo de 1976.
Aquella ronda de los pañuelos blancos se instaló en la
 historia del país y de la humanidad para siempre y como
ejemplo. 30 años después de esa extraordinaria acción que
 marcó el rumbo a los pueblos dominados, humillados,
 expoliados, ellas siguen diciendo “sí, se puede”
con sus pañuelos blancos y su amorosa y revolucionaria
 persistencia. Ellas siguen encabezando cuanta demanda
social y por justicia surja en este camino donde
América Latina debe lograr vencer los nuevos proyectos
recolonizadores que ha trazado el imperio, el mismo que
sembró de dictaduras criminales nuestro continente y el mundo.
Y ahí están las Madres siempre marchando, abriendo caminos, levantando la voz ante la injusticia y la pobreza, ante el dolor y la humillación de otros; una voz cada vez más universal que llega hasta la gran tragedia de estos tiempos: la guerra imperial que está produciendo el primer gran genocidio del siglo XXI. Las palabras son pequeñas, queridas Madres, para decir lo que queremos, pero los abrazos de los pueblos para ustedes son infinitos y la semilla que sembraron está creciendo en otros muchachos a los que ustedes también parieron con inmenso amor. Sólo gracias por el ejemplo y la dignidad.

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